Orígenes y desarrollo
Para muchos, resulta difícil admitir la posibilidad de que una alta civilización haya podido florecer en un ambiente selvático y hostil. Los mayas han mostrado al mundo que tal paradoja es posible, aunque bajo ciertas condiciones. Pero antes, ¿cómo lo lograron?, ¿de dónde vinieron? Ciertamente no es preciso invocar a la fabulosa Atlántida de Platón, o a la perdida Cartago, para explicar los orígenes de su portentosa civilización. De hecho, la historia de los primeros pobladores de la zona maya no es muy distinta a la de otras partes del continente americano.
El modelo tradicional nos dice que las primeras oleadas de migrantes procedentes de Asia arribaron a través del estrecho de Bering —los ochenta kilómetros que dividen la actual Alaska de Siberia— con anterioridad a la última Era Glacial, concluida doce mil años atrás, cuando se cree que, debido al congelamiento que se extendía desde los polos, el nivel de las aguas de los océanos Ártico y Pacífico descendió notoriamente, dejando al descubierto un puente de tierra firme llamado Beringia que comunicaba Asia con América.
Sin embargo, los últimos avances en la decodificación de ADN mitocondrial de los diversos grupos étnicos americanos podrían apoyar la tesis de que existieron múltiples oleadas migratorias posteriores (entre 6000 a. C. y 1500 a. C.), procedentes del archipiélago de islas que conforman la Polinesia y la Melanesia. Apoyados por las fuertes corrientes marinas del Pacífico, estos intrépidos navegantes habrían alcanzado primero posiciones como Hawai’i y la Isla de Pascua, desde donde encontraron relativamente ventajoso avanzar hasta el continente americano.
De esta forma nos explicamos por qué en Mesoamérica existen restos humanos de al menos quince mil años de antigüedad, que se remontan al Pleistoceno. Estos primeros americanos —que llamamos amerindios— habrían encontrado a su paso vastas extensiones de naturaleza virgen, plagada de enormes bestias hoy extintas, como el mamut, el mastodonte, el bisonte, el megaterio (un perezoso gigante de hasta seis metros de altura) y el temible smilodon, mejor conocido como tigre dientes de sable. A fin de poder vérselas contra criaturas tan superiores en tamaño y fuerza, los amerindios tuvieron que mejorar notoriamente sus armas de pedernal (sílex) u obsidiana. Surge así la tecnología Clovis, caracterizada por puntas de lanza acanaladas y talladas por presión, que también deben su nombre a estos primeros grupos nómadas y su complejo cultural, que abarcó entre el 11500 y el 10900 a. C.
La presa principal de la gente de Clovis fue el mamut, y cazar una de estas criaturas significaba para ellos poder abastecer de carne a toda su tribu, de treinta a cincuenta habitantes, durante un mes. Así, en los actuales valles de México y Puebla se han encontrado osamentas de estos grandes mamíferos, cuyos costillares muestran heridas producidas por puntas de pedernal tipo Clovis. La destreza de estos cazadores, los dramáticos cambios en el clima y el desequilibrio ecológico, resultado de ambos factores, propiciaron la extinción de la fauna pleistocénica.
De esta forma, milenios antes de que podamos siquiera hablar de la existencia de mayas, el área que estos habrían de habitar posteriormente tuvo que atravesar sucesivas etapas, a saber, el período Lítico y el período Arcaico. El primero abarcó desde aproximadamente el 12000 al 8000 a. C. Si pudiéramos remontarnos a esta época, tarde o temprano nos encontraríamos con pequeñas bandas de cazadores-recolectores, sumamente diestros en el uso de herramientas de piedra lasqueada, primero de tipo Clovis y posteriormente Folsom (con una mayor acanaladura). Veríamos también que su fuente primaria de subsistencia consistía en el consumo de proteínas de origen animal, complementadas por plantas silvestres, raíces, bayas y tubérculos, algunas de cuyas variedades encontraríamos difíciles de reconocer. Tales bandas fueron adaptándose paulatinamente al medio ambiente de las diferentes regiones por donde iban extendiéndose, lo cual les llevó a desarrollar un creciente grado de especialización y dependencia respecto al aprovechamiento de cierta clase de alimentos, algunos de los cuales lograrían eventualmente domesticar. Ello les permitió comenzar a establecerse en pequeñas aldeas semipermanentes, como un primer paso hacia la posterior sedentarización. En las tierras altas de Guatemala, el sitio de Los Tapiales presenta huellas de ocupación hacia el 9000 a. C. También se han hallado puntas de proyectil tipo Clovis en sitios como Ladyville y Colhá, en la región costera de Belice. Otros grupos sin duda navegaron mar adentro desde las costas, pues desde el 8000 a. C. ha podido fecharse la evidencia de actividad humana en las Antillas y las islas del Caribe.
A continuación, entre el 8000 y el 2000 a. C. tuvo lugar el período Arcaico, donde gradualmente fueron estableciéndose comunidades sedentarias, que aparecieron primero en torno a las costas y lagunas del Pacífico y del Caribe, debido a la mayor abundancia y facilidad de obtención de recursos en estas áreas. Nuevas investigaciones muestran que tales recursos fueron explotados por grupos seminómadas mucho antes de que existiesen allí asentamientos permanentes. Paralelamente, unas cuantas especies de plantas comenzaron a ser manipuladas mediante la selección intencional de los mejores granos, a fin de incrementar el rendimiento de sus cosechas y su tamaño: principalmente el maíz, la calabaza, el frijol, el chile, el camote (patata dulce) y la mandioca, así como valiosas especies no comestibles, tales como el algodón. Existen evidencias del cultivo y la domesticación del maíz anteriores al 5000 a. C., aunque los primeros ejemplares consistían en mazorcas pequeñas con pocas hileras de grano, llamadas teocinte. Se cree que de esta época podrían datar las herramientas de piedra asociadas con restos de animales extintos, halladas en sitios como la cueva de Loltún en el norte de Yucatán, o bien en el Petén central, así como en la región de Huehuetenango, en las tierras altas guatemaltecas. Cabe destacar que el abrigo rocoso de Santa Marta, en Chiapas, presenta una secuencia de cinco etapas de ocupación, que podrían abarcar desde el 7600 al 4000 a. C.
Estos desarrollos dieron origen a un período transicional llamado Precerámico, cuya fecha de inicio varió de región en región, si bien en sitios de Belice, como Pulltrouser Swamp y Colhá, parece haber abarcado desde el 2500 hasta el 1400 a. C. A partir de aquel entonces se encuentra evidencia de disturbios en la flora y fauna de la región, sin duda ocasionados por la presencia de asentamientos humanos, aunque se cree que en estas etapas incipientes, la agricultura habría jugado un papel relativamente secundario, dentro de una economía aún fuertemente dependiente de la recolección y la cacería. Sin embargo, el hecho de que aparezcan cada vez con mayor frecuencia instrumentos tales como piedras de molienda —llamados metates— indica un aumento significativo en el consumo de alimentos procesados, entre ellos la harina de maíz.
¿A partir de cuando dejamos de hablar de amerindios y comenzamos a referirnos a grupos mayas propiamente dichos? Precisamente un momento clave de nuestro relato nos lleva al surgimiento y gradual difusión de la agricultura a través de Mesoamérica, un suceso acaecido alrededor del 2000 a. C. en los valles de México y Oaxaca y poco después en el valle de Tehuacán (en el actual estado mexicano de Puebla). Al mirar la evidencia del área maya, este hito parece haberse dado también en una fecha en torno al 2000 a. C.