Los Mayas

El Petexbatún

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La caída de Dos Pilas y su hegemonía en el Petexbatún resultaría aún más abrupta. Las últimas inscripciones de la región son la radiografía de una zona en constante conflicto. Sabemos que K’awiil Chan K’inich, el último rey de Dos Pilas —de cuyo ritual infantil de primer sangrado hemos sido testigos— luchó contra el sitio menor de El Chorro, en 743. Más importante aún, parece haber vencido a fuerzas de Motul de San José y Yaxchilán dos años más tarde. Con ello, mantendría el control sobre Cancuén, la ciudad de su madre. También haría lo propio sobre Tamarindito y el más distante Seibal, donde lograría convertir al enemigo de antaño —Yihch’aak B’ahlam— en leal vasallo de su reino. Sin embargo, sus días estaban contados, y en 761 hubo de salir precipitadamente hacia el exilio, ya que unos días más tarde la ciudad de Tamarindito sufriría un ataque devastador por parte de un agresor no identificado.

Alrededor de esta fecha caería también el centro de Arroyo de Piedra. Para entonces, comienzan a proliferar caciques en sitios menores, quienes claman ser legítimos «reyes de Mutu’ul», ante la desintegración del control dinástico en el Petexbatún. Las últimas élites de Dos Pilas parecen haber migrado diez kilómetros al sureste en busca de refugio en el sitio fortificado de Aguateca. Todavía ascendería allí un nuevo rey de la rama de Mutu’ul-Dos Pilas en 770, llamado Tahnte’ K’inich, aunque ocho años más tarde sería puesto a prueba en combate por un enemigo desconocido. Mientras tanto, otro rey exiliado de Mutu’ul-Dos Pilas, llamado Ajaw B’ot, ascendería en el 771 al trono de Seibal, que aún mantenía su alianza previa.

Por algún tiempo, el control regional parece haberse mantenido en Aguateca, desde donde Tahnte’ K’inich supervisaba aún lo que sucedía en centros menores como Aguas Calientes, el Caribe y La Amelia. Aunque la caída de Dos Pilas significó también que buena parte de la actividad política se transfiriera hacia la periferia, a sitios como Cancuén, Machaquilá, Itzán y un puñado de sitios menores bajo constantes conflictos internos.

Los trabajos arqueológicos de Takeshi Inomata en Aguateca nos brindan una perspectiva de lo que debió ocurrir entonces. Sus últimos pobladores se enfocaron en construir muros defensivos para resguardar tanto el núcleo urbano como los campos de cultivo y depósitos de agua de eventuales enemigos. Pese a ello, la suerte de la ciudad estaba echada. Tras un ataque devastador, el centro de la ciudad fue quemado y los últimos nobles y miembros de la corte huyeron, dejando atrás sus costosas joyas y finas cerámicas. El resto de los pobladores no tardarían en seguirlos.

De forma similar, un proyecto arqueológico dirigido por Arthur Demarest nos muestra que a principios del siglo IX, Dos Pilas —previamente abandonada— fue reocupada por grupos de pobladores de la región —incluyendo sobrevivientes de sitios como El Duende— que se resguardaron en el corazón de la ciudad. La fuerza de trabajo con que contaban fue al menos suficiente para permitirles arrancar los bloques de mampostería de las pirámides principales, a fin de construir con ellos un doble muro defensivo. De poco les valió, pues las fuerzas a las que se enfrentaban —quienesquiera que hayan sido— resultaron demasiado formidables. Las huellas de la batalla que allí se libró incluyen gran cantidad de cráneos decapitados y puntas de lanzas. Una posible pista sobre la identidad de los agresores llegaría tiempo después, pues tras imponerse una y otra vez a las poblaciones mayas clásicas a través del Petexbatún, se vuelven dominantes grupos culturales que, entre otras características, fueron portadores de la cerámica Anaranjado Fino, cuya zona de producción ha podido determinarse que se hallaba a unos trescientos kilómetros al noroeste de allí, en la desembocadura del río Usumacinta hacia la costa del Golfo de México.

Ya durante el Clásico terminal se consolidarían vastas redes comerciales. Una de las más importantes rutas de comercio comunicaba las tierras altas de Guatemala con las tierras bajas, a través de los ríos Pasión y Usumacinta. Por esta vía, la influencia chontal parece haber alcanzado el sitio de Seibal. En efecto, Tras la caída de las capitales regionales del Petexbatún, Seibal —anteriormente subyugado por Dos Pilas— experimentaría un renacimiento cultural y artístico entre 830 y 849, gracias al cual se preservaron monumentos con escritura que dan cuenta de un fascinante proceso, que comienza cuando una élite extranjera aparentemente se impuso a la clase gobernante local. Un día antes de final de período de 10.0.0.0.0 (830) hace su arribo a Seibal un líder llamado Aj B’alu’n Haab’tal Wat’ul K’atel. Incluso su nombre evoca orígenes distantes, pues la primera porción aparece también en Chichén Itzá. Fue enviado allí por órdenes de un jerarca de Ucanal llamado Kaanek’ Ho’pet, al parecer de filiación itzá. Eventualmente, Aj B’alu’n Haab’tal se convertiría en el líder más importante de Seibal. A los múltiples monumentos que comisiona durante el final del período del 830 se añadirían al menos cinco más durante el siguiente de 849 —los cuales manda colocar alrededor de su pirámide radial A-3—. Sorprendentemente, el evento es presenciado por nobles que se proclaman líderes de la dinastía de la serpiente —Chanpet del linaje Kaanu’ul y K’awiil Enjoyado de Tikal-Mutu’ul— antes enemigos irreconciliables, ahora unidos en pos de su propia supervivencia Los acompañó también un posible rey itzá de Motul de San José, llamado Kaanek’.

Entre 869 y 874, las influencias chontales parecen profundizar en Seibal, pues la Estela 17 muestra a un noble de origen maya clásico en actitud subordinada ante un individuo con atributos notoriamente foráneos, mientras que la Estela 3 muestra signos calendáricos cuadrados con fechas de 7 Lagarto y 5 Lagarto. El monumento exuda simbolismo del México central, incluyendo dioses principales como Tlālok y E’ekatl. La Estela 13 muestra aún mayores anomalías, pues allí Alfonso Lacadena ha podido discernir una fecha 2 Agua, asociada con el nombre del dios del viento E’ekatl referido glíficamente, todo en combinación con el mismo título de ochk’in kalo’mte’ usado desde la era de Teotihuacán para indicar influencias políticas procedente de regiones al oeste del área maya. Los motivos «foráneos» en el arte de Seibal llegan también acompañados de la introducción masiva de cerámica Anaranjado Fino —originaria de Nonohualco— y de fuertes cambios en el uso del espacio ceremonial, ya que los templos en la periferia son abandonados al tiempo que se rehabilitan y construyen espacios en el núcleo central. Hacia esa misma fecha, en Ucanal se produce la Estela 4, que muestra fuertes influencias foráneas en sus cartuchos calendáricos cuadrados. Mientras tanto, en el Petén, el sitio de Xultún —anteriormente dominado por gobernantes de nombre Kaanek’, posiblemente itzáes— recibe fuertes influencias foráneas. Sin embargo, para inicios del siglo X prácticamente todos estos centros —incluyendo Seibal—caerían en el abandono.

Estela 10 de Seibal, 849 d. C. Muestra al gobernante Wat’ul K’atel oficiando un final de período atestiguado por los últimos gobernantes de las dinastías de serpiente, de Mutu’ul y el rey itzá de Motul de San José. Dibujo de Barbara Page.

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