Copán
La historia que ha podido reconstruirse acerca de Copán durante el Clásico es todavía fragmentaria. No obstante, los datos obtenidos de las inscripciones jeroglíficas parecen concordar bastante bien con los hallazgos arqueológicos de las últimas décadas. Tan sólo veinte años atrás, los arqueólogos dudaban de la propia existencia de su principal gobernante y fundador dinástico, K’inich Yax K’uk’ Mo’ (‘Resplandeciente Quetzal Guacamayo Verde’). Hoy en día, tras el descubrimiento de su tumba en la estructura Hunal, las investigaciones avanzan sobre pasos más firmes. Tal vez ningún gobernante en el área maya se ha asociado con tanta fuerza a Teotihuacán como K’inich Yax K’uk’ Mo’, desde sus atavíos con anteojeras del dios foráneo Tlālok y su pequeño escudo cuadrado con la serpiente de guerra teotihuacana, hasta los objetos encontrados en su tumba, que incluyen dos espejos de pirita sin duda traídos de Teotihuacán. Sin embargo, no hay duda de que K’inich Yax K’uk’ Mo’ fue un rey maya, aunque con fuertes asociaciones foráneas. Los análisis de estroncio realizados en sus restos muestran que creció tomando agua cuyo contenido en isótopos es propio del Petén.
El Altar Q es una magistral síntesis de la historia dinástica de Copán. Alguna vez adornó el frente de la Estructura 10L-16, cargada de fuertes referencias a Teotihuacán. Fue comisionado en el año de 776 por el decimosexto gobernante en la sucesión dinástica, llamado Yax Pasaj Chan Yopaat. En su canto muestra retratos de estos dieciséis gobernantes, cada uno sentado encima de sus glifos nominales. En una escena con una exquisita fuerza simbólica, el fundador del linaje, K’inich Yax K’uk’, transmite el bastón de mando —un dardo flamígero que simboliza el fuego nuevo traído de Teotihuacán— al decimosexto, implicando con ello la continuidad ininterrumpida del linaje.
El texto del Altar Q refiere sucesos de crucial importancia para nuestra historia. De acuerdo con el desciframiento de David Stuart, el 6 de septiembre de 426 K’inich Yax K’uk’ Mo’ recibe un importante emblema de mando llamado K’awiil en la Casa del Origen Dinástico original. ¿Dónde estuvo situado este enigmático lugar? Sin duda en una región muy distante, pues K’inich Yax K’uk’ Mo’ debió emprender un viaje de ciento cincuenta y seis días para llegar desde allí a Ux Witik (nombre antiguo de la localidad donde se asienta Copán, en el valle del Motagua), donde asume el trono y tiene inicio un culto centrado en su persona que habría de perdurar durante siglos, como indica la propia fecha tardía del Altar Q. A la luz de lo anterior, la Estructura 10L-16 de Copán —asociada al altar Q— parece ser más una recreación que la versión original del Wite’naah. También demasiado cerca de Copán para corresponder a la Casa del Origen Dinástico original se encuentra el sitio satélite de Río Amarillo, donde existe un edificio cuya fachada está enteramente adornada por grandes motivos glíficos de Wite’naah, asociados con guerreros y simbolismo teotihuacanos, incluyendo el signo del año o del «trapecio y el rayo». Hemos visto que otras referencias al Wite’naah aparecen en Quiriguá, Tikal, El Perú, Tres Islas, Machaquilá y Yaxchilán, aunque en todos los casos parece tratarse de recreaciones o emulaciones de un lugar más antiguo. Un elemento común a todas estas menciones es su asociación con textos, imágenes o arquitectura conectada con Teotihuacán. Donde quiera que haya estado esta enigmática estructura, K’inich Yax K’uk’ Mo’ parece haber traído de allí dos magníficos espejos de pirita que luego regalaría a quien parece haber sido su esposa. Los motivos que contienen estos espejos son indistinguibles de representaciones en la pintura mural de Teotihuacán. Los espejos eran parte muy importante del atavío de un guerrero teotihuacano, y el hecho de que se hayan encontrado espejos muy similares a los de Copán en Tikal y Kaminaljuyú —es decir, en sitios con los que Teotihuacán tuvo también amplios contactos— han llevado a Jesper Nielsen a sugerir que K’inich Yax K’uk’ Mo’ bien pudo haber traído estos espejos desde Teotihuacán.
Así, de acuerdo con las últimas interpretaciones, la Casa del Origen Dinástico original pudo estar frente, dentro o debajo de alguna de las imponentes estructuras de Teotihuacán. En este sentido, recientemente ha sido descubierta una inmensa galería de más de cien metros de longitud, que corre por debajo del Templo de la Serpiente Emplumada en Teotihuacán, a doce metros de profundidad. Por su parte, Karl Taube ha asociado los edificios llamados Wite’naah con rituales de fuego. Inclusive el símbolo calendárico teotihuacano del «trapecio y el rayo» constituye una forma abstracta de representar tanto el ciclo de trescientos sesenta y cinco días como otro mayor de cincuenta y dos años, tras cuya terminación era preciso efectuar un ritual de renovación —llamado de «fuego nuevo»—. Esta tradición perduraría muchos siglos después de la caída de Teotihuacán y sería celebrada a gran escala por última vez en 1507, ya que después de la conquista europea sería suprimida por las nuevas autoridades españolas. A través de la metáfora del fuego nuevo, los dardos flamígeros que portan personajes como K’inich Yax K’uk’ Mo’, Sihajiiy K’ahk’ y otros simbolizan la ignición de un nuevo linaje fiel a su origen, al lugar donde ardió la llama original, quizá en la misma ciudad de Tulan-Teotihuacán.